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CONSTRUCTIVAS

La ola tecnológica que ha caracterizado al siglo XXI nos está alejando en nuestras relaciones

Vivir en linea: El amor y las relaciones a través de las pantallas 

Querer y querernos está volviéndose cada vez más difícil para las personas. Hoy todo se maneja a través de los medios tecnológicos, lo que ha desdibujado poco a poco la importancia del relacionamiento frente a frente entre los humanos.  

Fuente: Pexels

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Por: Sofía Pinilla Ospina

Imaginarnos hoy un mundo sin tecnología es algo casi imposible; hemos construido alrededor de los nuevos medios de comunicación nuestra sociedad, que quitar la tecnología sería como un suicidio. Nos hemos vuelto tan dependientes en todas las áreas, que sin ella no podríamos existir como sabemos hacerlo, y a pesar de que nos brinda demasiados beneficios, también nos ha traído bastantes dificultades, especialmente en la interacción humana.  

Es absolutamente claro que la forma de relacionarnos entre nosotros ha cambiado desde que los celulares se volvieron indispensables para la existencia en el mundo moderno, y el ejemplo que más se presenta, son los niños que nacieron en la generación Alpha o los “Google Kids”, que son una generación que no ha conocido algo diferente. Para ellos relacionarse y funcionar como seres humanos va ligado con el uso de herramientas tecnológicas, pero, lo que normalmente pasamos por alto quienes tanto criticamos a esta generación dependiente de la tecnología, es como a nosotros también nos ha afectado ese mismo uso de los medios tecnológicos, y es algo que se ha vuelto casi que vital para todos los humanos que estamos inmersos en la era digital.  

Hoy en día, no tener un teléfono celular con acceso a internet es impensable, lo necesitamos para estar en contacto con nuestros seres queridos, para muchos es necesario para poder trabajar y estudiar; entre otras cosas para las que usamos nuestros dispositivos. Simplemente es una necesidad moderna, que se ha vuelto habitual y ha modificado nuestras relaciones personales. Todo lo hacemos vía mensajes instantáneos, estamos en contacto permanente con todos nuestros conocidos, viendo lo que hacen los famosos, sobreexpuestos a las noticias, a las “fake news”, y al acceso libre a una sobredimensión de datos.  

Todo esto se ha visto desde una perspectiva muy positiva al facilitar el estar conectados y el acceso a información uniforme en todo momento. Y, aunque claro que ha tenido sus problemas, pocas veces hablamos de lo que ha causado en las formas de relacionarnos, y mucho menos en lo que ha hecho que cambie nuestra percepción de lo que es el amor. 

A través de las redes sociales, se ha distorsionado la imagen de la belleza, del estado físico, y de las aspiraciones de vida de cada uno. Lo que era usual antes, era en menor medida lo mismo, pero al estar sobreexpuestos todo el tiempo a contenido, ha vuelto las metas de vida de muchas personas en inalcanzables, tratando de asemejarse a los “influencers”. Lo más preocupante es que a pesar de que se quiten esas fuentes, la aspiración de ser eso que las redes sociales tanto muestran, ha empezado a calar en un sentimiento de insatisfacción y decepción sobre las realidades individuales. Las personas se quedan dando “likes” a las publicaciones de las vidas que quisieran, pero que no son expectativas realistas que se acomoden a las posibilidades de la mayoría de personas a las que va dirigido ese contenido.  

Como esto es lo que vemos, es a lo que aspiramos, y eso ha generado una debilidad del amor propio en la sociedad, porque muchos no podremos alcanzar esa vida que tanto vemos en redes.  

A pesar de que el amor propio es una de nuestras mayores dificultades personales, la influencia de los medios tecnológicos ha afectado la forma de relacionarnos. Hoy en día muchos se conocen a través de redes sociales, o incluso son solo amigos a través de ellas, evitando el contacto humano, de tiempo de calidad y relacionamiento en persona.  

Muchas veces los amigos de redes sociales son solo eso, amigos de internet, pero cada día esas amistades crecen en número, y la mayoría de nuestros amigos son personas que ni siquiera tienen que ser conocidas, solo son con quienes conectamos vía internet. El chatear con diferentes personas es algo rutinario, y lo que solemos contarles a nuestros familiares y amigos cercanos, se ha vuelto una actividad que muchos hacen con desconocidos, y pasa muy frecuentemente en adolescentes. Claro que, muchas veces si lo hacemos con personas realmente cercanas a nosotros, pero tenemos que cuidarnos de que se vuelva la normalidad de nuestras relaciones.  

A veces con una videollamada es suficiente para ponernos al día con un amigo, o hablar por mensajes de texto, algo que para muchos es bastante personal, se convierte en la rutina. Así, se pierde poco a poco la necesidad de vernos en persona y, como pasó en el 2021, cuando retornamos del aislamiento por el Covid-19, nos damos cuenta de que el relacionamiento presencial es algo demasiado importante, y que es claro que ningún medio virtual va a equiparar lo que significa vernos frente a frente. 

Ahora bien, tenemos que entender que, si bien el relacionamiento presencial se da, es necesario realmente volverlo tiempo de calidad. No puede ser, y pasa muy a menudo, que estamos físicamente en el mismo espacio, pero realmente estamos pendientes del celular, de las redes y los mensajes todo el tiempo. Con ello, se pierde entonces todo el propósito del vernos cara a cara porque no es una interacción real y consciente la que se está dando. Y es muy triste ver como realmente somo adictos a las redes, donde lo primero que hacemos al levantarnos y lo primero al acostarnos es revisar el celular. Y no, no se trata de devolvernos a mandar cartas en papel ni mucho menos, pero sí que nuestra vida gira en torno a las redes sociales y los medios de comunicación tecnológicos.  

Es preocupante ver como en la modernidad se pierden aspectos que pensamos que no van a desaparecer jamás. Hoy en día no nos podemos plantear una amistad que no nos comente las publicaciones en redes, o una relación que no nos cuente 24/7 que está haciendo en cada momento y cada instante del día, no nos podemos plantear no estar comunicados el cien por ciento del tiempo porque ¿si no estamos en línea, donde estamos? 

El mundo real se volvió el mundo en línea, y no existe forma de salir de él. Podemos ser conscientes de su uso, o hasta tomar pausas para construir en lo presencial y en nuestra salud mental, pero la vida entera no es viable si no estamos conectados. 

Pienso muchas veces que la verdad no necesitamos de vernos frente a frente, pues igual siempre estamos en contacto, y aunque la tecnología nos ha servido para acortar distancias con personas que de pronto viven en otro país o que no tienen la posibilidad de verse en persona con facilidad, la distancia real la construimos como sociedad al restarle importancia al vernos, y hacerlo equiparable con el relacionamiento en contextos virtuales. Nos conformamos con mensajes, con likes, con la vida que publicamos en redes sociales, quitándole la realidad a la vida. 

No todo es color de rosas como las personas hacen parecer en internet, y eso nos hace creer que la vida buena es la que no tiene altibajos, lo cual implica restarle completamente el valor de realidad a la vida humana. Nada es lineal, tan es así que hace quince años no nos planteamos que toda la comunicación se iba a manejar por celulares.  

Es absolutamente abrumador el mundo en el que vivimos, porque es tan irreal la realidad que se proyecta en redes sociales, son tan irreales las relaciones que tenemos basadas en la comunicación por textos a todas horas del día, que nos ha vuelto en una sociedad de tendencias y afanes que no son compatibles con el mundo real.  

Tantos casos de personas con depresión, con dificultades para relacionarse, con ansiedad social, y mucho de eso se debe a la falta de la dosis de realidad que nos han quitado los medios tecnológicos. Y cada vez más es difícil de distinguir entre lo que debe y no debe estar en redes. Ya somos casi virtuales, muchos publican a diario, y si no, de todas formas, estamos conectados viendo todo el día publicaciones de personas que a duras penas sabemos quiénes son.  

En fin, cada día es más difícil que nos queramos a nosotros mismos, cuando todo lo que vemos es mejor, y cada día es más difícil entablar una relación, ya sea de amistad o amorosa, cuando el desapego es la característica principal de las relaciones, que hoy en día se basan en un mensaje de WhatsApp al día. Como dije antes, solo nos queda concientizarnos y tomarnos descansos, donde de verdad reconectemos con las personas que amamos y con la realidad del mundo que nos rodea.  

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