CONSTRUCTIVAS
Un encuentro entre política y el mundo jurídico
SOBRE LA AMBICIÓN DE REFORMAR LA CONSTITUCIÓN
En un intento de aproximarnos al constante choque entre el mundo político y el jurídico, entendiendo las reformas constitucionales como la bandera de las campañas políticas.
Autor: Orlando David Buelvas Dajud.
Se ha convertido en una constante que al hablar de política los temas constitucionales surjan casi de forma espontánea, aunque no sea deseado tratar tales querellas, el constitucionalismo es la base de la que parte toda sociedad y ni siquiera el político más poderoso puede hacer con ello lo que le plazca. Por lo que, las reformas constitucionales llegan a ser un debate álgido al que muchos aspiran para concretar sus intereses, pero esto va más allá de campañas o precarias promesas, pues, afortunadamente la carta magna descansa en términos de legitimación y no de poder.
Ciertamente, las pasadas elecciones presidenciales en términos políticos no fueron más que una constante campaña de polarización y desprestigio mutuo la cual consiguió dividir al país. Al hacer un recuento de estas luchas electorales es imposible dejar de lado el hecho de que ambos partidos cuando se vieron truncados en sus objetivos y propuestas afirmaron que urgía unas cuantas reformas y ¡hasta una nueva Constitución! Y, esto no es todo, pues parece que la Constitución esta tan demeritada que hasta para campañas menores la más afectada es la carta política ya que es siempre presentada como el óbice que no permite el avance que la sociedad necesita. De modo que se llega a escuchar por las calles a muchos (repitiendo lo que sus caudillos aseguren) afirmar que la constituyente es necesaria. Entonces ¿es necesaria una nueva Constitución? ¿la política puede vagar y hacer lo que quiera sin atender al mundo jurídico?
Responder de manera afirmativa alguna de las preguntas anteriores sería absurdo, el panorama político del país en la actualidad no es más que un medieval sin ideas consumadas de manera integral ni en representación final de los componentes de los partidos que cada día se presentan más dispares ante la idea de presentar un acuerdo compuesto y estructurado por quienes componen el total de la sociedad.
Teniendo en cuenta lo anterior, es fácil entender que las campañas y los candidatos no presentan la idea de una constituyente más que de forma individual e irreflexiva atendiendo un acto de tal magnitud a la vulgar finalidad de materializar los objetivos a como dé lugar sin siquiera sopesar lo que representan ante la sociedad. Se da hasta tal punto que nuestra democracia no parece más que una tragedia griega donde los actores portan mascaras sonrientes que parecen burlarse del público.
¿Dónde queda la legitimidad? Bien se dice que una constitución no nace si no es legitimada por un pueblo que siente la necesidad de cambiar desde lo más básico hasta lo más complejo de si, así, clamar por una constituyente en nombre de un partido político llega a ser un acto tan ridículo como egoísta.
El constitucionalismo entonces se presenta como el límite que la palabrería política no puede infringir, ni siquiera por palabras de peso ínfimo a nivel jurídico que pueden llegar a tentar a la sociedad a caer en el error de pisotear la carta magna, la necesidad de cambios constitucionales los presenta y ejerce el pueblo sin necesidad de mediadores que exijan cambios de manera anticipada para respaldar campañas que son insignificantes ante los principios generales democráticos presididos por el pueblo.
Aun así, como sociedad los cambios son ineludibles, socialmente el comportamiento humano se destaca por evolucionar (o tan solo cambiar) en consecuencia los cambios normativos son siempre necesarios a medida que la civilización es redefinida, además, esto no solo afecta las disposiciones, sino que puede llegar a ampliar la base axiológica que oxigena al sistema jurídico.
Sin embargo, las dudas que surgen alrededor de estos planteamientos son distintas a las anteriormente expuestas, aunque la legitimidad siempre será el concepto clave para evaluar los temas que ponen en tela de juicio al constitucionalismo, la perspectiva para analizar debe ser objetiva ¿los cambios que han acontecido a la Constitución se han dado respecto a intereses generales o en consecuencia de lo que ha sufrido la sociedad? ¿la carta política se ha adaptado al acontecer social o ha estado respondiendo a ciertos intereses?
A fin de cuentas, son preguntas que siempre suscitaran un debate que obtendrá distintas posturas que llegan desde lo político hasta lo jurídico, permitiendo entender que los cambios, aunque necesarios no son siempre legitimados por la voluntad del pueblo el cual es la autoridad democrática.