CONSTRUCTIVAS
« No se cansen de soñar, el corazón y la raíz de los sueños siempre se mantiene viva »
NO FUE AMOR, NI RELIGIÓN,
FUE ABUSO
Una de las sectas más controversiales del mundo, por sus presuntos abusos al interior, tuvo presencia en Colombia. FORO JAVERIANO entrevistó a una de sus víctimas. Hoy, esta persona de 60 años agradece profundamente haber salido de este culto de manera pronta, antes de haber sido demasiado tarde.
Fuente: Archivo personal
Por: Anónimo
“Los Hijos de dios” empezó en Estados Unidos a finales de los 1960 como una secta religiosa constituida sobre la filosofía del "amor libre". Su fundador, David Berg, decía a sus seguidores que Dios era amor y el amor era sexo, lo que implicaba que no debía haber límites para ello, ni siquiera la edad o el parentesco entre sus seguidores. En 1969 la secta, también denominada "Los Niños de dios" o "La Familia" tuvo una enorme expansión por el mundo. David Berg, su fundador y máximo líder, sostenía ser un elegido de dios, haber recibido su mensaje y tener la misión de reunir a los corderos de dios para salvarlos del fin del mundo. Para 1970, la secta afirmaba tener 10.000 miembros de tiempo completo en 130 comunidades alrededor del mundo. Incluso grandes estrellas de Hollywood como Rose McGowan o Joaquín Phoenix nacieron dentro de ese grupo de culto. Miles de hombres y mujeres jóvenes dejaron sus trabajos, educación, familias y todas sus posesiones materiales para unirse a los “Niños de dios” en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, así como otros países de Europa y América Latina. Cuando la secta estaba en su más reluciente apogeo, comenzaron a salir a la luz las versiones sobre presuntos actos sexuales entre sus miembros, incluyendo abusos contra menores de edad.
Una de las víctimas cuenta su historia:
“Era una tarde de 1975, yo tenía 15 años y vivía en el barrio Prado de Medellín.
Todas las tardes yo salía temprano del colegio, y me veía con uno de mis amigos, con quien caminaba hacia mi casa.
Un día saliendo nos encontramos en la calle con un grupo de adultos de entre 30 y 50 años tocando guitarra, entregando folletos e invitando a unirse. Ellos nos indicaban que eran un grupo religioso que intentaba agrupar a los adolescentes en un sitio de encuentro no muy lejano a donde estábamos. Fue así como nos unimos y, en ausencia de alguien responsable de nosotros, nos dirigimos a donde nos llevaba este grupo de gente desconocida. Mientras caminábamos, una bellísima mujer de pelo largo, dientes desliñados y olor a hierbas me habló de la gran “familia” a la que pertenecía. Una comunidad que había alquilado una casa en su reciente llegada a la ciudad y en donde creían que el amor era la solución a todos los problemas del mundo. Ella me decía que estaba conformada por muchachos y muchachas como nosotros de todo el mundo, jóvenes que se habían ido de su casa y allí compartían el amoroso mensaje de “La Familia”.
Me dejó dos folletos mimeografiados que hablaban del amor y del fundador del grupo, un tipo norteamericano llamado David Berg. Viajes, comida gratis, felicidad, compañía y amor era algunas cosas que prometía la comunidad a sus integrantes. Cuando llegamos nos recibió otro grupo de adultos y ancianos que nos ingresó al lugar. Recuerdo que me llamó la atención la cantidad de mujeres en estado de embarazo y la presencia de adolescentes en ropas ligeras correteando de un lado a otro, en ese momento no entendía por qué estas personas se comportaban de forma tan extraña y por qué no parecían estar en sus 5 sentidos. También recuerdo que me llamó la atención la presencia de niños, que por supuesto no se veían muy cómodos. Durante este tiempo, a pesar de la inocencia y de las limitaciones que uno puede tener a los 15 años, me parecía un poco extraño el funcionamiento de esta comunidad, sin embargo, algo nos impulsaba a mi amigo y a mí a querer volver todos los días. Era algo nuevo, novedoso, nos sentíamos parte de algo importante, no queríamos decirle a nadie, y en efecto no lo hacíamos. Ese primer día, después de darnos comida y de invitarnos a cantar con guitarras y bailar, nos invitaron a volver al día siguiente. Nunca olvido que un grupo de adultos se despidieron de mi con un beso en la mejilla, demasiado cerca de mi boca.
Así, mi amigo y yo volvimos al lugar una y otra vez durante varios días, nos daban comida a base de leche y cereales, pues el grupo era vegetariano. También nos ofrecían fumar todo el tiempo, asegurando que eran cigarrillos ordinarios de tabaco, sin embargo, claramente el estado de conciencia de estas personas y el olor a marihuana no demostraba que fuesen cigarrillos comunes. Recuerdo que en parte me incomodaba el exceso de abrazos, no había una clara delimitación de lo personal, sin embargo, a esa edad uno cree que así es el mundo de los adultos y a uno le llama mucho la atención sentirse grande. Fue un mes después que me di cuenta de las atrocidades que ocurrían al interior de la comunidad. Todo ocurrió un día en el que mi amigo y yo decidimos quedarnos hasta tarde con la vieja excusa de que iríamos a una reunión de amigos. Nunca habíamos estado allí durante la noche. Eran las 9 pm, hora donde comenzaba lo que ellos denominaban la "noches romántica". En medio de las hormonas de la pubertad, mi amigo y yo estábamos con una gran expectativa, pues nadie de la comunidad nos había querido relatar de qué se trataba. Nos decían que había que vivirlo para saber qué pasaba. Sin embargo, nunca imaginamos lo que veríamos con nuestros propios ojos.
Sonó un reloj indicando que la hora había llegado. De repente las personas presentes comenzaron a despojarse de sus ropas y a quitárselas a quienes no se sentían cómodos. En medio de nuestro asombro, le preguntamos a un señor (que claramente se encontraba en un profundo estado de drogadicción) en qué consistía aquella “noche romántica”, a lo que nos respondió que consistía en un ritual donde jóvenes como nosotros veían cómo algunos padres y madres tenían relaciones sexuales entre sí y con otras personas. Se necesitaba no tener estado de conciencia para soportar esta escena. Asombrado por lo que ocurría a mi alrededor, salí corriendo a coger mi chaqueta que se encontraba en una de las habitaciones de la casa de 3 pisos. Entré a la habitación donde la había dejado y fue allí donde vi lo peor. Una madre teniendo relaciones sexuales con su hijo de 5 años. No volví jamás. No quería volver a saber nada de este lugar. El impacto psicológico fue duro. No fue amor, ni religión. Fue abuso.
Hoy que entiendo todo a mi avanzada edad, creo que muchas personas entran a este tipo de sectas por curiosidad. Pienso que parte de una necesidad de aprecio y de aceptación social. Muchas personas venían de familias disfuncionales y se sentían parte de una familia a pesar de los abusos, porque no conocían otra cosa. Cuando se encuentran con un líder sectario, esta necesidad es tan intensa, que lo convierten en la persona de la que pueden recibir el amor que no recibieron. Yo afortunadamente venía de una familia que me había brindado absolutamente todo. Por esos días me puse a buscar sobre esta comunidad en las escasas bibliotecas que existían en la ciudad, les preguntaba a mis profesores para averiguar sobre “Los Niños de dios”. La salud mental no era tan importante en esa época y siento que una forma de consolarme fue investigando sobre el tema. Descubrí que, a mediados de 1971, se publicó en la revista LIFE en español un artículo sobre David Berg y su secta religiosa. Según la revista, Berg había nacido en California en 1919 y fue criado en un ambiente cristiano evangélico, pero de niño fue abusado sexualmente por adultos hombres y mujeres. Encontré que, hacia 1972, en Estados Unidos "La Familia" fue acusada de evasión fiscal, poligamia, violación, incesto y secuestro de niños. Varios miembros emigraron a Europa, sudeste asiático y Sudamérica, incluyendo países como Colombia. Durante mis últimos 30 años no he vuelto a escuchar una palabra sobre “Los Niños de dios”, ni sobre su peculiar pastor David Berg. Supe que murió a finales de los 90 y que su grupo cambió radicalmente de proclamas y de nombre. Ahora se llama “La Familia Internacional” y sigue proclamando y compartiendo lo que llama “El mensaje de amor a dios”. En su página web (http://www.thefamilyinternational.org/es) hay algunos de los antiguos sermones de David Berg. Sé que actualmente, la secta religiosa enfrenta acusaciones de abuso sexual y físico de menores, incluyendo violencia sexual, incesto y lavado de cerebro. Tras el descubrimiento de sus acciones en materia sexual, la incitación a la prostitución, el incesto y la pedofilia, la secta fue oficialmente disuelta en 1978, pero continuó bajo varias denominaciones distintas.
A pesar de todo, nunca tuve conocimiento de alguien de la secta, en alguna parte del mundo, que hubiese sido arrestado y, al parecer, el grupo siguió funcionando sin problemas. Los mismos portavoces de la secta, han pedido disculpas en varias ocasiones por cualquier daño, real o percibido causado, sin embargo, niegan rotundamente los relatos de abuso institucional al interior de esta. ¿Seguirán siendo la gente con guitarra en mano, acercándose a la gente en la calle y gritando: “Te amamos, ¿Vamos a disfrutar el amor de dios?” No lo sé. En todo caso quiero compartir mi historia para evitar que se confunda el amor con el abuso, la familia con la agresión, y la religión con la perversión humana.”