OPINIÓN
LA SOCIEDAD ANÓNIMA PERDIÓ SU ANONIMATO
Por: Juan Simón Larrea Cáceres
¿Qué nos queda de una cosa cuando esta pierde su esencia?
En aquel tiempo, cuando fue maquilada la Sociedad Anónima, la historia se partió en dos entre las sociedades de personas y las sociedades de capital. Siendo esta, naturalmente, el tipo societario predilecto para aquellos accionistas cuyo puro interés se sentaba en la de percibir utilidades más allá de mostrarse al mundo.
Tanto es así que muy pocas veces es posible conocer al accionista detrás del móvil societario cuyo interés es inherentemente patrimonial. Lo anterior particularmente reflejado en la SA Cerrada cuyos accionistas pueden ser personas jurídicas dónde dar con el individuo es obligarse a lo imposible. Ni hablar de la SA Abierta, cuya participación en el mercado público de valores permite que cualquier persona, natural o jurídica, sea accionista hasta por un periodo de minutos.
Lamentablemente, hoy el anonimato es de antaño. Hogaño, instituciones muy fuertes como la Superintendencia de Sociedades y la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, por un lado, en sentido regulatorio y las entidades financieras por otro sentido más preventivo; no pueden dormir por las noches sin poder responder la interrogante: ¿qué individuo tiene la “platica” de la S.A?
Tras largas noches de insomnio, pretendiendo resolver la cuestión, han aparecido figuras como la famosa “Circular 100/16” de la SS con sus famosos mecanismos, sistemas y reportes de SAGRILAFT / SARLAFT dónde, en muchos casos, se le exige a las S.A subsidiarias excavar, hasta las más profundas grutas de sus filiales y llegando, así, a sus matrices para conocer, con ciencia cierta, al socio persona natural que, en los mejores de los casos, es un suizo de 80 años que descansa, millonariamente, en su cabaña de madera de caoba de Berna.
Por otro lado, la Resolución 164 de 2021 que crea el invasivo “Registro Único de Beneficiarios Finales, que obliga a absolutamente toda estructura con personería jurídica o sin ella, el reporte de la persona natural que se beneficie en un porcentaje mayor al 5% de sus utilidades o rendimientos o que posea al menos el mismo porcentaje en derechos de voto o acciones, ante este registro. También, será reportado quién que ejerza la dirección y control de su matriz, filiales y subsidiarias, persona natural claro, respondiendo a una de las más viejas interrogantes de la historia ¿Quién tiene el poder?
Este registro ha obligado a que todo grupo empresarial con situaciones de dirección y control esté conminado hasta de buscar los números de pasaportes de inversionistas extranjeros en el otro extremo del globo, que inclusive, puede que no tengan ni idea de la existencia de este bello país.
Ya habiendo identificado al suizo, procede el exigirle que proporcione absolutamente todos sus datos personales desde, la dirección concreta de domicilio, hasta el número de identificación tributaria del país de origen para que esta información repose, tranquila y cómodamente, ante la DIAN.
Con base en todo esto me pregunto en esto ¿Dónde quedó la Sociedad Anónima? Le planteo la pregunta para que la respuesta me la pueda dar usted, señor lector, y así nos vayamos juntos con esta intriga que, algún día y si Dios quiere, alguien nos podrá solucionar.