PERFIL
Más que un maestro, Jorge Gaitán Pardo es un amigo
Jorge Gaitán Pardo
Foro Javeriano tuvo la oportunidad de reunirse con el Profesor Jorge Gaitán Pardo y conocer un poco más acerca de su infancia, su familia, su vida profesional y su gran contribución a la facultad de Derecho.
Fuente: Archivo personal María López
Por: María López Bernal
En ocasiones, como estudiante nos es difícil no ver a nuestros profesores como personas inalcanzables. Ni hablar de verlos como amigos. Seguramente, convivir con ellos día a día, en ambientes tan formales como lo son los salones de clase, sin tener oportunidad de intercambiar palabras más allá del programa de estudios no facilita esta tarea. Es esta, seguramente, la razón por la cual apreciamos tan profundamente a los amigos que encontramos en nuestros maestros cuando logramos superar estas barreras. Esto es lo que pasa por mi cabeza cuando, antes de dar inicio a la entrevista, el profesor Jorge Gaitán Pardo me pregunta entre risas por qué digo que es él mi “profe” favorito. Sin duda, contar la historia del profesor Gaitán, es para mí la oportunidad perfecta para homenajear a un gran maestro de la mejor forma que se pueda en unos cuantos párrafos.
Al preguntarle cómo ha sido su vida, hace un gesto amable y dice que él tuvo la suerte de vivir siempre con comodidad: estudió en buenos colegios, hizo su carrera de abogado, nunca le ha faltado el trabajo y siempre estuvo rodeado del afecto de su familia. Su infancia la vivió en una Bogotá más tranquila, menos agitada, menos congestionada, en la que los niños salían a jugar a la calle goloza, rin rin corre corre, hacían competencias con las tapas de gaseosa a las que se le ponían papeles con los colores de las banderas de distintos países cubiertas con cera, trepaban muros, se subían a los árboles, y una de las cosas que más le gustaba hacer
era encontrarse con su primo y "andareguear" por todos lados en patineta.
Recuerda lo afortunado que fue tener siempre la presencia de sus padres, escuchar sus consejos y recibir de ellos amor y afecto, que nunca faltó, y que pudo compartir con sus otros cinco hermanas y tres hermanos. Su primera etapa del colegio, para él, fue “despreocupada”, en el San Bartolomé la Merced, donde aprendió a leer, a escribir y recibió sus primeras clases como alumno y adquirió el conocimiento de todas esas materias que enseñan durante la primaria. Su padre, el Dr. Bernardo Gaitán Mahecha, decidió cambiarlo de colegio, -en esa época no se cuestionaba lo que los papás decidían en esa materia y entrar a un colegio no era tan difícil como lo es hoy en día- dice, y por eso comenzó a estudiar su bachillerato en el Claustro Moderno, junto con sus hermanos, colegio que fue fundado por quien fuera su amigo, el Dr. Carlos Medellín Forero, y del que se graduó de bachiller.
Fue muy feliz en su nuevo colegio, un lugar rodeado de una naturaleza hermosa y exuberante, y en el que tuvo excelentes profesores, y donde pudo conectarse con la música, una de las pasiones que heredó de su madre, doña Olga Pardo de Gaitán, quien tocaba piano y cuya música llevaba en su sangre por su abuelo Luigi Petrelli, un gran tenor que llegó a Colombia junto con Oreste Síndici, cantando con la ópera italiana. Me dice que de ella proviene su amor por el canto coral que ha practicado desde que estaba en el colegio en varios coros en los que ha participado, cantando como bajo en obras de grandes maestros de la música barroca, clásica y popular. Fue también en el colegio que despertó su pasión por la geografía, por la historia y las ciencias sociales, la cual logró explorar en un espacio escolar conocido como “La Academia”, en el que podía hacer trabajos de investigación sobre temas relacionados con esas materias junto a otros compañeros que compartían los mismos intereses.
Y en esa diversidad de gustos, le pregunté qué lo llevó a estudiar Derecho. Decidirse por estudiar una carrera específica no fue fácil ni para él ni para varios de sus compañeros. Luego de divagar, e influenciado por el rector de su colegio, quien además le decía que estudiara derecho en el externado, había entendido que esa era la profesión que quería para su vida. Le comenté que muchos pensaban que su decisión estuvo influenciada por su padre, Bernardo Gaitán Mahecha, quien fue un gran abogado. Comentó que no, que había sido producto de su propia deliberación, pero que, eso sí, cuando le comentó que había decidido estudiar derecho en el externado, luego de largas conversaciones con Carlos Medellín, su padre le dijo: “mijo -como cariñosamente le decía- aunque el Externado es una muy buena universidad lo mejor es que estudie en la Javeriana donde soy profesor”. Hizo caso, presentó el examen de admisión, que no era fácil, y luego tuvo entrevista con el padre Gabriel Giraldo S.J., quien al terminarla le dijo: “Mono, vaya a conocer los salones de la Universidad”. Dos días después supo que había sido admitido. Desde entonces y hasta el sol de hoy sigue recorriendo los salones de la Universidad, al principio como alumno y luego durante los muchos años que lleva como profesor.
Tener a su padre como maestro fue “un regalo de la vida”. Aunque no llegaron a trabajar juntos por encontrarse en etapas distintas de la vida, él de entrada y su padre de salida, verlo ejercer su labor como docente le hizo caer en cuenta del gran maestro que tenía en casa. Señala que fue muy significativo para él haber contado con su presencia como consejero y haberlo disfrutado en la universidad, durante tantos años trabajando juntos en la facultad. Sus oficinas en la universidad siempre estuvieron cerca. Casi siempre se iban juntos a casa, tiempo en el que conversaban sobre la vida, la familia y la Universidad. Además de tener a su padre como profesor, recuerda los nombres de otros grandes maestros que influyeron en su vida y profesión: León Pose Arboleda, Guillermo Ospina Fernández, Jorge Cubides Camacho, Jorge Enrique Gutiérrez Anzola, Roberto Suarez Franco, Jorge Santos Ballesteros, Gustavo Cuello Iriarte, entre otros. Lo observo desde mi posición como alumna y me pregunto qué se siente para él ocupar el lugar que estos maestros ocuparon en su momento. Responde que la docencia es una vocación ya que transmitir el conocimiento no es fácil y requiere de mucha preparación. Nada se compara con la relación maestro-alumno en la cual, dice, ambas partes tienen la posibilidad de aprender la una de la otra.
Su tesis de grado fue sobre el delito culposo, lo cual denota su gran inclinación por el derecho penal. Hasta que nace su inclinación por el derecho privado cuando la vida lo puso a trabajar al inicio de su ejercicio profesional en firmas de abogados que se dedicaban a dicha rama del derecho. Recuerda cuando el Dr. Juan Carlos Esguerra, entonces Decano de la Facultad, lo invitó a dictar la clase de Derecho Civil Personas. A pesar de confesarle que no había tenido contacto con esa materia desde que la cursó en la universidad, el Dr. Esguerra le respondió “pues vete a desempolvar libros y prepara la clase”. Desde 1991 está vinculado como profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de nuestra Universidad. Me comentó que dictando la clase de Derecho Civil Personas se interesó por los temas de la bioética, que se convirtió en una de sus pasiones y le permitió conocer a grandes personas y grandes maestros de otras áreas del conocimiento. Recuerda especialmente al padre Alfonso Llano Escobar S.J, al profesor Guillermo Hoyos Vázquez, al padre Gilberto Cely Galindo S.J, al profesor Carlos María Romeo Casabona, entre otros, con quienes, y de la mano de su amigo el Dr. Hernando Gutiérrez Prieto, realizaron eventos académicos como parte de las tareas del Centro de Estudios en Bioética de la Facultad durante varios años.
Ahora lo veo atendiendo las exposiciones de sus alumnos sobre la historia del Código Civil Colombiano, lo que me hace recordar, instantáneamente, los momentos cuando me encontraba en la misma posición al terminar, en mi primer semestre, la clase de Derecho Civil Personas. El tiempo pasa muy rápido, le digo. El responde que sí, que la vida es un rato y transita rápidamente, y de pronto nos damos cuenta de que hemos dejado de ser jóvenes y empezamos a volvernos viejos; por eso les recomienda a sus alumnos que aprovechen cada instante para hacer lo que los apasiona, para ejercer la profesión intensamente, mientras tengan las fuerzas para hacerlo, y que traten también de encontrar los momentos que los hagan felices.
Le pregunto si no se cansa de escuchar la historia del Código Civil una y otra vez cada semestre. Dice que no, que enseñar es una de esas cosas que lo apasionan enormemente y aunque hay momentos que son difíciles, lo cierto es que lo hace sentir bien, muy feliz y, sobre todo, agradecido con la vida porque para él trasmitir su conocimiento a otros, así sea poco o mucho, es una forma de servir noblemente a los demás.