PERFIL
“Siempre me ha apasionado enseñar, el poder, transmitir conocimiento, vivir la experiencia de transformar”
Claudia Dangond Gibsone: El valor de ser auténticos
Foro Javeriano tuvo el privilegio de adentrarse en la vida de Claudia Dangond Gibsone, abogada, docente, madre, colega y una de las caras más conocidas dentro del departamento de Derecho Público de nuestra facultad.
Por: Nicolás Gómez González
Con inmensa amabilidad y una cálida sonrisa nos recibió en la firma donde actualmente es socia y directora del Departamento de Derecho Público, acompañados de un tinto hablamos un poco de su infancia, sus sueños, pasiones, algunas reflexiones y hasta un poco de política.
Nos remontamos a una Bogotá no tan lejana, a un tiempo donde recuerda el amor y la comprensión de sus padres, años marcados por sabias enseñanzas donde las pautas éticas, la honestidad, y la integridad humana la marcaron desde una edad muy temprana. Acompañada por su hermana menor, menciona con especial cariño la felicidad y el privilegio de una infancia fundada en experiencias valiosísimas que hoy sigue utilizando como referente fundamental en su vida tanto profesional como personal.
Reconoce que desde muy joven fue una niña muy tímida, aunque confiesa que lo sigue siendo; sin embargo, la timidez de su juventud no la detuvo a disfrutar de las tardes de risas y juegos en las calles del barrio entre amigos y primos, unos momentos que atesora con gran afecto. De esos años nacerían grandes intereses y pasiones, entre ellos las humanidades, la filosofía y la historia universal y de Colombia, pasiones que hoy admite, con gran seguridad, se han transformado en experiencias y oficios maravillosos.
Sobre la universidad revela con una sonrisa que rechazó inicialmente la opción del derecho. A pesar de venir de una línea paterna de notables abogados como lo fueron su bisabuelo Antonio José Uribe, notable jurista, diplomático, y miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, su abuelo y su padre, el célebre jurista e historiador Alberto Dangond Uribe, recordado por sus programas televisivos sobre historia.
Parecía consignada que de tal línea familiar surgiera, inevitablemente, otra gran abogada Javeriana; sin embargo, consciente al momento de elegir su carrera profesional, decidió tomar una decisión más fiel a sus intereses y pasiones.
“Yo no voy a estudiar derecho” se dijo a sí misma en sus últimos años de bachillerato, a pesar de tener un gran interés por las ciencias sociales. Se decantó inicialmente por el estudio de la filosofía, realizando unos cursos libres en la Javeriana, la cercanía de su padre con la universidad la ayudaría a consolidar un “dónde” para comenzar sus estudios.
Fueron paradójicamente, en esos cursos de filosofía que contra todo pronóstico acabaría en unos cursos de derecho, ¿el motivo?, “por llenar el tiempo”, comenta. De ahí nacería un gran amor por el derecho, por sus temas, por su estrecha relación y complementariedad con la filosofía. La decisión era clara, estudiaría derecho en la Javeriana. Cuenta, además, que en su entrevista de admisión con el padre Giraldo, decidió presentarse como “Claudia Gibsone”, “no quería que el decano tuviera en cuenta que era la hija del señor Dangond”, afirma entre risas.
Desde primer año fue una estudiante muy activa dentro del gran debate frente a los temas nacionales e internacionales que acontecieron durante sus años universitarios, participando en grupos estudiantiles juveniles donde la tertulia, las ideas, y el debate eran la norma por excelencia. Aquellos años entre aulas y amigos inseparables habrían de consolidar en ella un amor verdadero por lo público.
Empezó desde muy joven su vida como docente, los azares del destino la llevarían a las aulas. Recuerda cómo cuando era niña veía con frecuencia a un grupo de humildes niños vendedores que siempre estaban en el semáforo de la esquina cerca a su casa; al verlos, con su nata timidez, les preguntó: ¿por qué no están en el colegio?, la respuesta, aunque desgarradora era cierta, no tenían el dinero ni tiempo para poder asistir a una escuela.
La respuesta la dejo fuertemente impactada, y ante ello decidió adecuar el garaje de su casa y usar un pequeño tablero de tiza que le había regalado el niño dios para abrir una pequeña escuela para niños. Les enseñó a leer, a escribir, y a realizar operaciones matemáticas básicas “era lo que yo sabía en ese momento (...) fue una sensación hermosísima, una delicia, no fueron muchas clases, pero la felicidad y empatía de esos niños nunca se me fue”, cuenta con una sonrisa en el rostro.
Una vez graduada como abogada, y de la mano de quien en su momento fue uno sus profesores preferidos, el doctor Juan Carlos Esguerra, inició una admirable carrera profesional entre aulas, despachos, la Corte Constitucional y hasta una constituyente. Para 1992, estando en la Corte, y junto al aquel entonces magistrado José Gregorio Hernández, se convertiría en profesora asistente en el pregrado de derecho y en la recién creada especialización de derecho constitucional.
Siendo una de las primeras mujeres docentes dentro de la facultad, cuenta con humor las experiencias de sus primeras clases. Para ese entonces no era algo extraño que estudiantes de cuarto o quinto año tomarán del pelo a los primíparos de primer año haciéndose pasar por profesores. Al llegar al salón, no pudo ni empezar la clase, pues tuvo que convencer a sus estudiantes que ella era su profesora, “esos niños de primer año (porque eran niños) cuando me vieron entrar pensaron que era una de quinto año, que les estaba mamando gallo (...), finalmente me creyeron y arranque a dictar clase con mucho susto”.
Reconoce que en lo político es conservadora, no por tradición familiar, sino por convicción propia, pues a pesar de distar en algunos temas con su padre, fiel conservador de esos de toda la vida, se considera como una “conservadora de avanzada”. Esa misma vocación política la inspiró a ser candidata por el partido conservador en las legislativas de 2014, donde aprendió cómo hacer una campaña sin recursos ni maquinarias, dando un ejemplo a los jóvenes aspirantes políticos.
Recalca la figura de Álvaro Gómez Hurtado, también Javeriano, como personaje destacado en la política del siglo XX, del él reconoce la fidelidad a los principios políticos, a la convicción clara de ideas institucionalizadas, con un amor por Colombia y una vocación perpetua que demuestra una voluntad inquebrantable por servir y construir país, en sus propias palabras: “un conservador es aquel que debe acoger la tradición cuando sirve, pero ser un revolucionario cuando no sirve, eso lo he tratado de hacer siempre”, comenta.
Sigue viviendo enamorada por la docencia, jamás se cansará de ello, no solo enseñando Derecho Constitucional, sino también desempeñándose como directora de posgrados de nuestra facultad y como abogada en una firma legal. De vez en cuando le gusta involucrarse de forma casual, pero continua, dando su opinión en medios de comunicación, le fascina la escritura no solo investigativa y académica, sino también las columnas de opinión.
Más allá de lo académico profesional nos confesó su enorme pasión por el baile. ¿Bailar qué?, le pregunté, “Todo” me respondió con gran alegría, “bailo tango, bailo salsa, merengue, hice tap en una época y sevillanas en otra, bailar es lo que más me fluye en la vida, si no lo hago me siento muy mal”. Asegura que gracias a la existencia del “metaverso” se le ha abierto una puerta hacia una prometedora carrera de danza profesional.
Sueña con enseñar hasta el último día de su vida, le apasiona lo que hace, aunque comenta que también le gustaría crear una fundación dedicada a la educación de jóvenes de escasos recursos, la no tan lejana escuelita de la profe Claudia, la misma de las tres sillitas y el garaje hecho salón sigue más presente que nunca. “¡Me encantaría irme a los barrios y conseguir fondos para educación, ese tipo de cosas me encantarían!”, agrega.
Reflexionamos un rato, hablando de los famosos “y si…” de los cuales reconoce que, aun teniendo la oportunidad, no cambiaría nada de su pasado, “lo que una persona es, se debe a todo lo que ha vivido, y se debe a todas las características personales que se cultivan a lo largo de una vida”.
No podía terminar nuestra entrevista sin antes preguntarle: ¿Qué consejo le daría a un joven estudiante o aspirante de derecho que le gustaría lograr todo lo que usted ha logrado?, ante la pregunta respondió sin traba alguna:
“Lo primero, lo más importante, es ser auténtico, algo que implica conocerse a sí mismo, algo no muy sencillo y que muchas personas jamás logran en la vida (…) ser auténtico con lo que uno hace en la vida y con lo que uno quiere ser en la vida, eso es esencial, jamás disfrazarse ni aparentar. Lo segundo es tener disciplina, algo no tan fácil, ser siempre estudioso, formarse en la escritura y nunca conformarse con lo primero que se le presenta.”
Pues bien, ella es Claudia Dangond Gibsone, orgullosa abogada, compañera, madre, docente, amiga, columnista y colega, una mujer fiel a sus principios, eterna amante del saber, pero también del elemento humano, siempre dispuesta a enseñar, a aprender y a servir.