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EN EL HUECO

¡Uy no, estás muy cancelado!

La cultura de cancelación y la confusión entre la acusación y la sentencia condenatoria

La premura con la que se decide tildar a alguien puede generar unos efectos irreversibles, genera una sentencia social inapelable que desconoce la presunción de inocencia y el principio al debido proceso.

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Fuente: UNSPLASH

Por: Andrés Molina Castro

Si en algo se ha caracterizado esta generación es por su activismo social. Si se pone a revisar, las luchas que pretenden hacer valer los derechos de los Otros, como los llama Simone de Beauvoir, o de los nadies, como lo hace la actual vicepresidente, han sido tendencia y una constante últimamente. El reiterado uso de la protesta social por causas que no siempre cuentan con un argumento sólido ha generado que se cuestione su validez y, sobre todo, a las personas que organizan y participan en estas movilizaciones sociales. Tan drástica ha sido la crítica que se ha generalizado la expresión generación de cristal, creando una etiqueta que a muchos no nos encuadra.

 

Sin duda alguna este activismo social se ha materializado de varias formas, impactando de diferentes maneras a la sociedad. Una evidencia de esto ha sido la cultura de cancelación o cancel culture, que consiste en retirar el apoyo a una determinada persona o empresa por haber realizado algún acto cuestionable. Esta medida puede consistir en dejar de seguir al cancelado en sus redes sociales, dejando de consumir su contenido, y hasta convencer a los demás de hacer lo mismo. Por su lado, resulta causal suficiente para cancelar a alguien un comentario reprochable en forma de trino en X o la noticia de la denuncia realizada contra una persona, normalmente famosa, por un determinado delito de cualquier índole.

 

La sencillez con la que se cancela a una persona resulta ser, a mi gusto, alarmante, sobre todo si hacemos referencia a instancias judiciales. Si bien es preocupante que se realice una denuncia penal contra cualquier persona, en especial de alguien de la esfera pública de la sociedad, los fanáticos de esta cultura cancelan sin importar la instancia del proceso penal, es decir, se comportan de manera idéntica así se cuente con sentencia condenatoria en firme o no.

 

Pareciera entonces, que a los adeptos de esta cultura de cancelación se les olvida la existencia de del principio constitucional de la presunción de inocencia, del cual gozamos todos hasta que no se prueba lo contrario, ¿no resulta más coherente con la Constitución esperar a una sentencia condenatoria para librar juicios de valor justificados como la cancelación? ¿No era ese su cometido?

 

Ahora bien, la efectividad de cancelar a alguien es proporcional con lo conocida o famosa que sea esa persona en la sociedad, he ahí una de las debilidades de este método. Un claro ejemplo de esto fue el caso de Kevin Spacey, actor estadounidense que fue acusado en 2017 por delitos sexuales en Londres. De forma inmediata las voces activistas que salieron con gritos bien intencionados de cancelar a Spacey, proclamaban en abstenerse de consumir cualquier contenido en el que participara el acusado, y sentenciando de cómplice a aquellos que hicieran caso omiso.

 

La presión derivada de la cancelación contra Spacey fue tal que se logró influenciar a Netflix para que suspendiera de manera indefinida el rodaje de la sexta temporada de House of Cards, serie que protagonizaba el acusado. Es comprensible que cualquier empresa quiera verse alejada de este tipo de escándalos, cuidar su imagen corporativa mediante una política estricta contra cualquier hecho censurable, pero ¿qué pasa con las externalidades negativas producidas de esta cancelación que no solo afectan a Spacey?

 

Por ejemplo, ¿nadie pensó en el resto del personal que trabaja en el rodaje de House of Cards? Lo más probable es que estas personas no contaran con un vínculo laboral estable con Netflix, sino que habían sido contratadas específicamente para el desarrollo de la serie. Pero bueno no pasa nada, ya encontrarán algo, lo que realmente importaba era impedir que Spacey desarrollara su profesión e ignorar su existencia, ¿no?

 

En julio de 2023 Spacey fue absuelto de todos cargos acusados en su contra, sin embargo, esto no resultó suficiente para limpiar su reputación e imagen, continúa siendo tildado de violador. Fue enmarcado, tal y como lo hacen con un hierro caliente al ganado. De pronto se le castiga su inocencia con la peor sentencia de todas, una social que no admite prueba en contario ni un debido proceso.  

 

No me malinterprete, este artículo no es una defensa del señor Kevin Spacey, simplemente su situación post-juicio es el perfecto ejemplo para demostrar que el activismo social, por actuar de manera rápida ante cualquier acusación puede generar efectos irreversibles que, en últimas, afectan la vida de una persona que fue declara, mediante procidencia judicial en firme, inocente.

 

Todos tenemos una historia que contar y una segunda oportunidad que aprovechar.

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