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Bogotá, ciudad particular, compleja, repleta de contradicciones.

Bogotá y sus buses de un piso 

Al contrastar Bogotá con distintas ciudades del mundo, se hace evidente los problemas de ésta, sus evidentes contradicciones, pero, también, un encanto, que, aunque difícil de ver, también difícil de negar.  

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Fuente: Pexels

Por: Juan Esteban Pérez

Bogotá, ciudad particular, compleja, repleta de contradicciones. Ciudad en donde el perico puede ser un ave, una blanca droga, o un pequeño café con leche. Donde la papaya, no solo es una fruta, sino también un sinónimo de oportunidad. Ciudad en la que también, para el tendero, todos, sin importar de donde vengan, siempre será un vecino, un veci. Tal vez esa noción tan amplia de vecino está reforzada por la incapacidad del bogotano de medir con precisión distancias. Porque para el rolo, un, allí no más, puede ser la indicación de un próximo viaje de dos kilómetros de distancia.  

Las contradicciones bogotanas no solo se hayan en sus expresiones o en su gente. El turista quedará sorprendido cuando venga a Bogotá, porque si en su bella Madrid, u organizada Londres, los puntos cardinales son formas de ubicarse; aquí también funcionan como indicador socioeconómico. Hacía el norte, es posible vislumbrar algunas de las riquezas más exorbitantes que ofrece Colombia. Hacía el sur, podrá observar lo mismo, pero de la pobreza. 

Los bogotanos cargan con dos celulares. No por una cuestión de ostentosidad, sino en desarrollo de un mecanismo de defensa. El primero, será el celular personal. El segundo, el de entregar ante el atraco. En cualquier caso, siempre podrá acudir a la negociación con su ladrón de cabecera. "Llévese el celular, pero déjeme la SIM"; "Tome la billetera, pero deme la cédul" (y si se cree con suerte, puede incluso hasta pedir el pase). 

¿Suficiente contradicciones? No. Aún no. No he hablado del clima. En Bogotá la Ley de Murphy difícilmente aplica porque todo puede pasar. En esta ciudad se puede disfrutar de las cuatro estaciones del año en tan solo un día. El sol a veces encuentra un espacio entre las grises nubes. La lluvia, aunque a veces tímida, siempre tiene un momento para saludar. Si usted madruga, el frío será infernal, y rogará por tener puesta una chaqueta, solo para que, dentro de unas horas, este encartado y no sepa donde dejarla porque es que “el calor está tenaz”.  

¿Ya mencioné el tráfico? A veces es más rápido llegar a otro municipio que a unas cuantas calles. Cualquier evento que se planifique siempre tendrá que contar con las horas extras del trancón. Puede ser un hueco que pinchó una llanta, o un accidente en el que el 99% de las veces estará involucrada una moto, o una obra que lleva más tiempo sin terminar que la idea del metro en Bogotá. No importa. Siempre habrá un motivo para que haya trancón. 

En fin. Queda claro que en la dulce Bogotá nada es claro. Y eso eleva la pregunta. ¿Por qué Bogotá? ¿Habrá algo que rescatar de esta ciudad? La respuesta, la ciudad misma me la dio. Depende. Todo será siempre cuestión de perspectiva. Usted se puede quejar, podrá decir que es fastidioso el clima, que nuestras calles son feas y mugrientas; y que la inseguridad es insoportable. Y todo es cierto. Pero también lo es su encanto. Unas calles que son el soporte del puestico que sirve el tinto para calentarse en la mañana. Un clima que en pleno picadito ofrece un viento o una brisa que ayuda con el calor y que refresca a todos. Unas bellas montañas que atraviesan la ciudad.  Personas como su clima: Que transitan entre la frialdad y la calidez en cuestión de segundos. 

En Bogotá no tenemos el metro de Madrid. Tampoco nuestro congreso es el Reichstag de Berlín. El Bacatá no se parece a la torre Eiffel de Paris. Y la plaza de Bolívar, hogar de nuestro centro histórico, no es ni parecida al Westminster en Londres. Pero al final, cada calle, cada persona, cada edificio conforman lo que es Bogotá en su integridad, el hogar de casi 10 millones de personas (yo incluido). Está lejos de ser perfecta. Está lejos de solucionar sus profundos problemas, pero hace parte de mí, tanto como yo de ella. Eso es innegable, y vale de algo.  

Quién sabe si en el futuro ya habrá metro. O si la inseguridad habrá disminuido. O si ya no se dice vecino. Por ahora, esta es la Bogotá que tenemos, y le cuento que, aunque los buses solo tienen un piso, es porque solo necesitamos uno. 

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